martes, 4 de octubre de 2011

A LA COMUNIDAD MOLINERA: SOBRE LOS ULTIMOS SUCESOS OCURRIDOS EN LA UNIVERSIDAD

La Molina, 04 de octubre del 2011

Estimados molineros,

Les escribo ahora ya en un ambiente calmo pero vigilante, luego de todos los sucesos que han hecho de setiembre de este año un mes complicado, para poder manifestarles algunas opiniones, sugerencias, reflexiones y felicitaciones; intrigado y  preocupado frente a las elecciones venideras.

Quiero felicitar primero a todos los molineros que han estado dedicando tiempo a cada una de las actividades que hemos venido realizando en conjunto, desde las reuniones con autoridades internas y externas, hasta cada uno de los colaboradores de tareas hormiga. Creo que como representantes estudiantiles hemos cumplido una labor importante, imperfecta, pero notoriamente diferente y más responsable que las MD en conjunto de los últimos años, a mi parecer. Sin embargo, es necesario hacer algunas críticas, no sólo a las formas, sino al fondo.

El comentario incómodo siguiente a la gymkhana, de algunos profesores y estudiantes ha sido: "estudiantes incoherentes, primero reclaman, y luego celebran". Antes de lanzar una respuesta (porque seguramente todos tenemos una), por favor, pensemos ahora con la cabeza fría.

Los sucesos ocurridos en relación a los temas administrativos de nuestra querida universidad nos condujeron a tomar una medida reactiva, si quieren, popular, mas no estratégica o madura. Permítanme explicarles mi punto de vista, recalcando que baso mi opinión en mi experiencia no sólo como representante estudiantil de la Facultad de Ciencias durante el 2011, sino como activista en diferentes grupos universitarios. Se debe resaltar la conducta molinera reactiva y poco constante, no sólo de los últimos reclamos, sino en general.  Se tienen picos de euforia, llenos de cólera, frustración e indignación, emociones que mueven, y de hecho han movido, a todo el gremio estudiantil a protestar cuando se materializan y evidencian las transgresiones y abusos de autoridades y profesores. Comportamiento similar se observó en estudiantes ingresantes como en los que pertenecen a últimos ciclos.

El pasado 15 de setiembre, La Molina salió a las calles de Lima a pedir soluciones rápidas y efectivas para nuestros problemas. La decisión de ésta movilización se tomó en una Asamblea General, en la cual se compartieron informes no sólo coyunturales, sino que se trajeron problemas pasados aún no resueltos. La masa estudiantil parece comportarse en estas asambleas, como un colectivo ejecutor, mas no como un grupo de estudiantes universitarios, cada uno con capacidades reflexivas y analíticas lo suficientemente desarrolladas como para analizar una simple situación: estábamos aplicando la misma medida de protesta, confiando en que funcionaría, cuando ya antes habíamos aplicado la misma estrategia y no se había conseguido lograr algo sólido, y la prueba evidente es que los problemas de siempre aún están ahí. Y aun así celebramos.

Confesar la decepción, no de los dirigentes estudiantiles o autoridades universitarias, sino de los estudiantes de La Molina, es algo que se  lamenta. En dicha asamblea, no nos encontrábamos en un centro del saber, sino en la manifestación pública de personas con comportamiento similar a cualquier otro gremio social, sin ningún tipo de distinción académica, la cual debería primar y diferenciar nuestras actitudes y acciones de todo el resto de miembros de la sociedad civil. Más allá de cuestionar la eficacia de las propuestas planteadas por nuestros dirigentes, ver el comportamiento de los estudiantes  resulta muy aleccionador y nos deja una incomodidad al percatarnos que no se escuchó a algún ser cuestionador o innovador, mas sí muchos seguidores.

No nos engañemos, por favor. Creer que la solución a las injusticias se encuentra en arengas y movimientos intimidantes, es ingenuo. La solución al problema de las aulas que la USIL utilizaría sí podría provenir de un eventual conjunto de molineros presionando a las correspondientes instancias, pero aquella caminata ruidosa hacia el rectorado sólo ha solucionado eso y nada más. Esperemos y luchemos por que la marcha en las calles de Lima haya causado el impacto que buscábamos y encontremos soluciones reales y prontas. Marchamos por auditoría entre otros puntos, pero en toda la marcha no hubo alusión a este tema, ¿por qué? Aún si el Congreso nos ayude a aterrizar en una solución concreta,  sólo se termina por solucionar ese tema, no el central.

Y es que mis estimados, estamos apuntando mal. Absolutamente todas las críticas y todos los problemas que he escuchado de los dirigentes estudiantiles, han sido siempre con esfuerzos de canalizar esta responsabilidad exclusiva (intencionalmente o no) hacia alguien más ajeno al gremio estudiantil. Cuando, tal vez, es el gremio el que no esté funcionando bien.

Porque no tendríamos que marchar por nada, si la mayoría de molineros se creyera y defendiera los derechos que se defienden en masa, ejecutara y obligara a otros a cumplir los derechos estudiantiles por igual, no tendríamos que esperar a que estalle el volcán de las injusticias, justo en nuestras narices. Porque si eligiéramos a conciencia a nuestros representantes, y no por obligación institucional, irresponsablemente; si incomodáramos no sólo a los profesores por su impuntualidad, sino a otros estudiantes porque el principio ético es el mismo; si no nos dejáramos convencer por supuestos y subjetividades, sino que construyéramos una opinión propia y justificada; si no celebráramos la pérdida de clases injustificadas y no fuésemos tan hipócritas de atrevernos a pedir incremento de horas de enseñanza; si no permitiéramos que realmente nadie vulnere nuestra propia condición estudiantil, tal vez nadie lo haría.

La solución a todos nuestros problemas debe cambiar de tono, o en todo caso, plasmarla con todos sus componentes. Dejemos de señalar y juzgar únicamente y asumamos un rol más autocrítico. En todo el tiempo que llevo en la universidad, jamás he escuchado de intenciones estudiantiles para solucionar los problemas de la ausencia estudiantil en aulas, la falta de inversión en asuntos académicos fuera de las aulas, la falta de involucramiento de los estudiantes en causas académicas netas, la falta de interés en inversión de tiempo para logros en investigaciones o innovaciones; nada de esto ha sido alguna vez tratado en una Asamblea General, y sin embargo, son los primeros problemas en los que deberíamos trabajar. Sigamos un orden lógico, ya hemos intentado casi todo para que nuestro entorno cambie, pero nunca nos hemos propuesto cambiar nosotros mismos a cabalidad con el mismo nivel de ferocidad con el que condenamos al resto.

Es lamentable ver cómo las decisiones tomadas por las MD de los CCFF (previa consulta con las bases de cada facultad), terminan por ser aplacadas y olvidadas por esas emociones inmaduras que abundan y, lamentablemente, priman en nuestra universidad. Y es que, si los ánimos de no competir, mas sí de celebrar, hubieran sido realmente interiorizados como se acordó en una Junta Ampliada de Dirigentes (explícitamente a nivel del corso, pero con la decisión de si tomarnos o no en serio la competencia aún irresuelta), los resultados de los ganadores de las diferentes actividades ocurridas en la Semana de la Universidad última, habrían sido tomados como declaraciones sin valor provenientes de autoridades que no han demostrado respeto alguno por aquellos derechos por los que tanto luchamos, o creemos luchar. Pero prueba de que han podido más las ganas de sentirnos campeones por sobre cualquier tipo de conducta que demuestre una coherente actitud frente a la bandera de nuestra lucha, es la de haber recibido cordialmente absolutamente todos los premios. Porque si los ánimos hubieran sido realmente ciertos y profundos, los primeros puestos de estas actividades habrían compartido sus premios con el resto de CCFF, o ponerlos a disposición de la JAD para determinar el destino de los mismos. Porque si eso no era una competencia, no habrían ganadores y, en consecuencia, no habrían premios sorpresa para algunos pocos (no cuestiono el mérito, eso sería absurdo). ¿Así celebramos nuestros 109 años?

Reflexionemos.

A todos los representantes estudiantiles, creemos el punto de quiebre de una vez y en este último periodo de trabajo, enfoquemos nuestras actividades hacia la formación de un molinero íntegro, no un reactivo esporádico, sino un académico que luche por la transformación del país.

Y a todos los estudiantes en general, el enemigo más grande es el que no queremos  ver. Detengámonos un momento y pensemos en si somos nosotros realmente merecedores de lo que tanto reclamamos. Si la conciencia de la mayoría está limpia, entonces prosigamos. Sino, a trabajar con esmero y dedicación en cada uno de nosotros, para luego salir con la frente en alto.

Cuando lo logremos, la Universidad Nacional Agraria La Molina finalmente habrá cambiado. Ni antes ni después, pues ésta se debe en esencia a sus estudiantes, y éstos se hacen valer y respetar por sus actitudes y decisiones.

Diego Alonso Padilla Huamán
20070980
Secretario de Asuntos Académicos
Centro Federado de Ciencias

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